Relato de Parto (Anónimo)

Nuevo relato de parto, escríbenos para contarnos el tuyo:

“Empecé mi parto semanas antes de parir. Primera vez, el inicio de molestias y contracciones, informaciones que no entiendes bien, como “está muy colocada”, “a partir de ya en cualquier momento”, falta de información de verdad, de la que te permite entender qué le pasa a tu cuerpo y también a tu cabeza y finalmente, la situación de pandemia, dieron como resultado que esperase parir cada día desde la semana 38. Y sí, había leído acerca de las contracciones de Braxton Hicks, pero por más que te cuenten y te informes, los miedos y la incertidumbre inundan la situación. Y esperando parir, pasaron casi 4 semanas. Sí, 4 semanas porque me puse en la semana 41 y yo “no dilataba”, estaba muy verde”, etc., así que lo mejor era inducir. En las ecografías la niña se veía grandota y claro, si crece mucho, quizás luego es necesaria una cesárea. Y a mí también me sobraba peso, así que lo mejor era “controlar” la situación. Cada día, mi sensación de indefensión era mayor: solo quedaba confiar. Llegando a la semana 42, dije sí.
Yo quería un parto natural y sin epidural, y todo lo que me decían y el transcurrir de los días me hacían sentir más ansiedad y miedo. Vale, si induciendo puedo evitar problemas y que haya que hacer una cesárea, adelante.

Había leído que un buen número de partos inducidos terminaban en cesárea igualmente pero ahí sí, decidí confiar en mí, en mi trabajo durante el embarazo con mi cuerpo y también confiar en ella.
Los últimos días descanso, la últimas noches, sin dormir...
Llegó el día de la inducción: un ingreso médico y mucha inquietud. Llegué a una habitación donde hubo pocas explicaciones, pero un mensaje claro: Aquí vas a dar a luz a tu bebé. Mascarilla permanente.
Paso sola mucho tiempo en la habitación desde que ingreso hasta que puede venir mi pareja, o eso me parece a mí. Pero también feliz con este último momento nuestro, para nosotras. Doy vueltas, me siento, me levanto, me siento, me levanto... y me hago la última foto, un selfie en el baño. Inmersa en nostalgia y emoción, dejas de estar en mí para estar conmigo. Te acaricio una y otra vez (¡ojalá todo vaya bien!).

Mascarilla, mascarilla, mascarilla. Vienen a aplicarme las hormonas: prostanglandinas, para dilatar el útero. Otro mensaje: calma, esto parece que será largo y como sabes, doloroso. Después de un rato empiezan las contracciones. Mi pareja conmigo, contando los tiempos. Pasan las horas y mis contracciones disminuyen cuando me conectan al monitor así que la expectativa permanece: será lento. Pero mi cuerpo dice que todo avanza, cada vez más contracciones, más dolor. El equipo cree que es mi sensación subjetiva de dolor. Y llega el momento en que mi cuerpo se estremece, tiembla, suda, mi mente se desconecta y siento infinitas ganas de empujar, son imparables, como los gritos que salen de mi estómago y no de mi garganta. Y mi pareja, conmigo, entre caricias, palabras bonitas, presencia. Mi equipo. Estoy muy cansada y decido-acepto (no sé bien cuál sería el verbo correcto) epidural pidiendo a gritos que fuese poca, que no quería estar dormida, que quería sentir. Todo ocurre muy deprisa porque según el equipo, estaba en el tiempo límite para ponerla. Indefensión, han pedido a mi pareja salir de la habitación...

Con la epidural puesta descanso, mi pareja viene, hablamos, estamos juntos, hacemos bromas. Acompaño las ganas de empujar y al ratito parece que ella quiere asomar. Empieza el parto. Respiración, empujar, respiración, empujar, pierdo la mascarilla, respiración, empujar. Debate en el equipo: viene con la bolsa, es un parto velado, ¿la dejamos o la rompemos dentro? Nosotros no sabemos qué significa, qué es eso... nos la enseñan con el espejo. Emoción y extrañeza, flotación mental pero conciencia plena, sensación de control del cuerpo, calma. Tras varios intentos, siento como me atraviesa cada parte de su cuerpo su cabeza, sus hombros, sus brazos...no recuerdo si llora. No ha hecho falta cesárea: feliz. No ha habido episiotomía: feliz. Un par de puntos externos: aceptación. En una mano mi pareja y la otra esperando a la niña. Me la dan. Sin palabras. Me ayudan a ponerla al pecho, de lado. Hormonas infinitas, amor, equipo, vida, todo por aprender.

He interpretado mi parto de forma diferente con el discurrir de los días. Hoy insistiría más en un parto natural, en dejar que naciese cuando ella estuviese preparada, confiaría más en mi cuerpo pero rescato la escucha y, sobre todo, haber sentido el sostén del amor en ese tránsito en el que yo también nací. Desde entonces, estamos creciendo.



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