Relato de parto

RELATO de parto: 💫Compartir para enfrentar el parto

Con el tercer trimestre llegó el miedo a lo desconocido: miedo al paso por el hospital, miedo al dolor, miedo a no ser capaz, miedo por mi bebé, miedo a parir sola en tiempos del Covid-19, etc. La situación de pandemia imposibilitó ciertos recursos que hubiesen sido reconfortantes para mí; como la visita previa a las instalaciones del hospital, los grupos de preparación al parto y, en definitiva, el encuentro entre mujeres con vivencias similares. Sentía la necesidad de encontrar respuestas, de intercambiar experiencias, de sentir alivio con sabios consejos… Durante las últimas semanas de embarazo pensé que sería útil conversar con mi madre, mi abuela, mis tías, las amigas, compañeras, conocidas, desconocidas, etc. No me equivocaba. Aquellas mujeres me regalaron íntimos y valiosos relatos con los que me emocioné, me reí, me estremecí, me sorprendí, empaticé y sobre todo agradecí.

✨ Pódromos de parto

Allí por la semana 36 el cuerpo comenzó a darme avisos de que se aproximaba la hora de mi parto. La red de apoyo que encontré en Mater y las sesiones de preparación física en grupos reducidos de mujeres me ayudaron enormemente. A pesar de todo, cada día me sentía menos ágil y más pesada. Aquel domingo las contracciones no cesaron en todo el día. Eran frecuentes, cada dos minutos… “¿podría ser aquello el inicio del parto?” Aconsejada por familiares metí algunas cosas en la maleta y salí con mi pareja hacia el hospital. Tras las pruebas pertinentes me comunicaron: “Esto tiene buena pinta, estás dilatada de 1 cm. La dinámica de parto podría desencadenarse de forma inminente o tener lugar dentro de los próximos días. Acude de nuevo a vernos cuando las contracciones sean dolorosas”. Aquella primera toma de contacto con el hospital, junto al acercamiento a lo que sería el trabajo de parto, hicieron que me sintiera cada vez más tranquila y confiada para afrontarlo.

❤ Romper la bolsa, semana 39

🌸Eran las cinco de la mañana. Como era habitual, tenía hambre y me levante para picar algo. Note algo extraño. Parecía que el líquido se movía de un lado a otro dentro de mi vientre. Seguía con contracciones algo molestas, así que me recosté para dormir un rato. Ocho de la mañana. Aquella sensación hizo que me levantase de la cama con sobresalto. Miré al suelo. Un charco de agua junto al tapón mucoso. Sonrío, sonreímos, nos abrazamos, reímos ¡Estamos de parto!

Nos preparamos con tranquilidad para salir hacia el hospital. Tras la exploración me comunican: “Estás dilatada de 2 cm y presentas dinámica de parto. No obstante, refieres que las contracciones no son dolorosas todavía y deberían serlo”. Me dieron a elegir. Podría estar en planta unas 96 horas hasta dar a luz de forma natural o se podía inducir el parto con oxitocina para llegar a término en las próximas 24 horas. A pesar de que sabía que el parto inducido era más doloroso, lo tuve claro. Quería tener a mi hija en brazos en las próximas horas.

🌷 La hora del parto

Hacia las dos de la tarde nos llevaron a la habitación. Me colocaron el gotero y la monitorización. Me sentí muy reconfortada y bien atendida por el equipo de profesionales. Podía moverme y me facilitaron un balón de ejercicios para la dilatación, bolsitas de agua caliente y visitas frecuentes para ver cómo me encontraba. Iban pasando las horas entre risas y conversaciones con mi pareja. Serían las cinco de la tarde cuando empecé a conectar con mi cuerpo y a evadirme de todo lo demás. Hacía las nueve de la noche las contracciones ya eran frecuentes, incluso se caían algunas lágrimas por el intenso dolor. Tenía claro que quería vivenciar una experiencia positiva, así que no lo pensé demasiado. Pedí la epidural con unos 6 cm de dilatación.

Las matronas me sostienen, me abrazan y me agarran de la mano. Luz tenue y mi lista de música de jazz sonando. Comienzan los temblores, la analgesia tarda un poco pero finalmente hace su efecto. Poco a poco las contracciones van siendo más leves y disminuye la sensación de dolor. Notaba la presión que ejercía Alya desde el interior descendiendo por mi útero. Descanso durante una hora antes de empezar a pujar. Llaman a la puerta, última exploración: “Ánimo Sara, en dos empujones lo tienes”. Me ofrecieron un espejo para ver el nacimiento de mi hija. Maravilloso. Dos pujos y la tengo en mis brazos, es preciosa. Nos invade la emoción.

No hubo episiotomía, ni complicaciones, tan solo un pequeño desgarro con tres puntos de sutura. Me siento, plena, agradecida, feliz. Fue un parto disfrutado.




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